La revolución del vídeo que nos prometía internet no era el espacio (distribución) sino el tiempo (narración). Y está llegando gracias a artistas como Jonathan Harris o a aplicaciones como Vine.

La tecnología cambia nuestra relación con las imágenes: tanto el modo en que las vemos como la manera en que las producimos. Cuando del vídeo se trata, la web y los móviles nos empiezan a dar poder sobre la línea temporal que sostiene esas imágenes, de modo que nos permite intervenir en el «tiempo fílmico» y crear nuevas gramáticas que van mucho más allá de los formatos tradicionales pensados para meternos a ver una película en una sala. Como hizo en su día el videoclip musical, pero ahora de forma no lineal, en diferentes pantallas y controlando el tiempo con nuestra propia mano.
Con estas gramáticas hay autores que llevan tiempo experimentando, como Jonathan Harris, con trabajos ambiciosos en su concepto y ejecución, pero también se está abriendo todo un nuevo campo para microformatos de vídeo que permiten jugar con la línea de tiempo y condensar la vida cotidiana, más o menos puesta en escena, gracias a aplicaciones para móviles como Vine.
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